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Nuestra Fundación nació de una experiencia personal, de un sueño y de una necesidad. A los 15 años, nuestro Presidente fue diagnosticado con leucemia mieloide crónica. En medio de ese proceso, enfrentando miedos, tratamientos y la incertidumbre de cada día, se dio cuenta de algo que le dolió profundamente: en México no existían instituciones dedicadas a acompañar de manera integral a los pacientes con leucemia y otros tipos de cáncer. Así, de su propia vivencia y del deseo de hacer que otros no enfrentaran este camino solos, surgió la idea de crear un espacio de apoyo, esperanza y acompañamiento.

Desde el inicio, nuestro objetivo fue claro: ayudar a los pacientes a vivir de la mejor manera posible durante y después del cáncer. Por eso, nuestra fundación se centra en tres pilares fundamentales: la gestión médica, facilitando orientación especializada y acceso a medicamentos; la atención psicológica, tanto individual como grupal, con costos accesibles e incluso gratuita en algunas ocasiones; y la asesoría jurídica, con orientación práctica basada en conocimientos jurídicos que protejan a los pacientes en sus derechos. 

Además, buscamos ser pioneros en la promoción de avances, la detección temprana y el tratamiento de la leucemia en México, construyendo un puente sólido entre la ciencia, la sociedad y quienes más lo necesitan.

Nuestro primer gran paso como fundación se dio en el Esperanza Fest, un evento que marcaría un antes y un después en nuestra misión. Fue la primera vez que logramos reunir en un mismo espacio a autoridades gubernamentales, representantes de la sociedad civil, actores del sector privado y, lo más importante, a nuestros primeros embajadores: personas comprometidas con la causa de los pacientes con leucemia. Aquella jornada no solo sirvió para dar a conocer nuestra existencia, sino también para construir los primeros puentes de colaboración que hoy siguen sosteniendo nuestra labor. Entre charlas, testimonios y actividades de concientización, sentimos que nuestro sueño comenzaba a tomar forma: una red de apoyo sólida, cercana y humana que pudiera acompañar a quienes enfrentan un diagnóstico que cambia la vida, recordándoles que no están solos.

El 15 de noviembre del año pasado dimos otro paso fundamental: nos constituimos formalmente como Asociación Civil, consolidando nuestra estructura legal y ampliando nuestro alcance. Esto nos permitió extender nuestra ayuda a pacientes de distintas regiones del país y de otros países de Latinoamérica, como Perú y Colombia, llevando nuestro modelo de acompañamiento integral más allá de nuestras fronteras. La constitución como AC nos dio la posibilidad de profesionalizar nuestras operaciones, establecer programas más sólidos y crear vínculos con otras instituciones, siempre con el mismo objetivo: garantizar que cada paciente reciba el apoyo que merece, sin importar dónde se encuentre.

Hoy, nuestra fundación trabaja día a día para que los pacientes tengan acceso a una atención integral. Cada historia de un paciente que logra continuar su tratamiento, cada sonrisa tras una sesión de apoyo psicológico, y cada familia que siente alivio al encontrar un espacio seguro, nos recuerda por qué existimos. Hemos aprendido que la leucemia no solo afecta la salud física, sino también la emocional, social y legal, y por eso nuestro acompañamiento busca cubrir todos esos aspectos.

Queremos que quienes se acerquen a nosotros sepan algo muy importante: no están solos. No tienen que vivir su diagnóstico en silencio ni en soledad. Estamos aquí, hombro con hombro, ofreciendo apoyo, esperanza y guía en cada paso del camino. Nuestra fundación no solo acompaña en la enfermedad, sino que también celebra la vida que sigue después del diagnóstico, recordando a cada paciente que, aunque el camino sea difícil, siempre hay luz, y siempre hay alguien dispuesto a caminar a su lado.